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Una tarde con mi succionador de clítoris

Por 4 diciembre, 2019 No hay comentarios

Había oído hablar tanto sobre los succionadores de clítoris y tan maravillosamente bien que me parecía que no podía ser cierto todo lo que contaban. Creía que eran cosas de influencers pagadas por las marcas para promocionar sus productos así que, como buena consumidora de juguetes eróticos, me fui al lugar donde siempre me asesoran sin engaños y con la mejor de las atenciones: mi sexshop de confianza.

María” – grité al entrar desde la puerta, con la confianza que ya le tengo a mi asesora sexóloga de cabecera- “Cuéntame toda la verdad y nada más que la verdad sobre los succionadores de clítoris

La oí reir a carcajadas al fondo de la tienda. “Casi todo lo que has oido es verdad” – me dijo apoyándose en el mostrador. Y comenzó a contarme las bondades del dichoso cacharrito. Que si hay muchas marcas, que si Satisfyer, que si Lelo, que si Irresistible. Que si unas hace esto, las otras lo otro… Pero lo más importante… – “Orgasmos muy rápidos e intensísimos, de separársete los deditos de los pies, y orgasmos múltiples, si quieres y te lo permites”.

Y con toda esta información y asesorada por María, elegí el succionador que me pareció conveniente (no vamos a decir marcas, que ni soy influencer ni me paga ninguna), eso sí, de batería, que no anda el planeta para más temperatura y ya bastante la subiré yo con mis orgasmos en la cama.

Y me fui para casa pensando en estrenarlo con mi pareja aquella misma noche.

Pero no pude. No pude resistirme. Solita en casa, tirada en el sofá, manta y Divinity en la tele, viendo programas de reformas de casas y de repente me ponen un anuncio de un muchacho turco, o nórdico, o yo qué sé de dónde pero ya me entendéis… Pues se me vino a la cabeza el succionador y me dije… «¡Allá vamos!»

Y allá fuimos. Hago el unboxing completo. Todo tan mono, con el juguete cargado, exploro los botoncitos, es silencioso, solo un pequeño “chup chup” de la succión. Y sigo las instrucciones que me dio mi sexóloga de cabecera “1.- Ponte un poquito del lubricante Ohrgasmic (de éste si hago publicidad porque es el de la marca de la tienda de María y con la tarde que me ha dado se lo merece, y porque además es el mejor lubricante que he probado en mi vida), 2.- Te abres los labios y expones un poco el clítoris. 3.- Coloca el succionador apagado sobre el clítoris. 4.- Aprieta el botón de encendido”.

Chup. Chup. Chup. “Ay mi madre”.

Empiezas a sentir como un cosquilleo, como… eso, una succión, suave pero intensa…

Como que empieza a entrarte calor. En la zona genital y en el resto de tu cuerpo.

Como que el mundo se concentra en esa parte, mientras tu cabeza solo piensa “Ay por favor, por favoooor”.

Como que te humedeces (y sin el como).

Como que te ablandas y te deshaces poco a poco…

Así, a fuego lento… Chup. Chup. Chup.

Y en menos de dos minutos llega la explosión.

El Big Bang.

El Orgasmo más intenso y explosivo que he tenido en mi vida.

Y sí, se me separaron los deditos de los pies.

Y se me fue la cabeza para atrás quitándome la contractura que tenía.

Y se me estremeció el cuerpo entero.

Y me quedé tumbadita, con mi manta y mi turco en la tele. Y el cacharrito en las manos. Mirándolo como quien admira un ídolo. Y así estuve mirándolo un ratito y entonces me acordé de que María me había hablado de orgasmos múltiples… Yo no soy de mucho repetir, que soy un poco vaga, pero picada por la curiosidad, miré al succionador y le dije: “¿Qué, echamos otro?

Y repetí la misma operación. Y otra vez lo mismo. Y de nuevo la explosión. La misma intensidad. Y el mismo estremecimiento. Flipaba en colores.

Y como soy una mujer curiosa, me dije… «¿Ésto hasta cuándo? ¿Cuántos? ¿Podré? ¿Podrá? ¿Aguantaré? ¿Aguantará?»

15.

Quince

QUIN-CE

15 orgasmos seguidos. Uno. Tras. Otro.

De la misma intensidad.

Todos.

Y con una excitación constante, una sensación de desear, de sentir, de disfrutar de mi cuerpo, de mi piel.

 

Hasta tal punto, que apareció mi turco particular y me pilló en plena faena y con tantas ganas de todo… que el 16 llegó a la manera tradicional, de esa manera cálida, húmeda y amorosa que sólo proporciona la piel, la carne y el calor de otro ser humano debajo de tu manta.